Se trató de un siniestro proyecto de investigación que,
mediante la tortura y el uso de drogas psicodélicas, tuvo como nefasta meta
encontrar nada más ni nada menos que un método para controlar la mente humana.
El objetivo o la meta final que se había planteado para el
proyecto era encontrar una o varias formas de poder controlar la mente de un
ser humano, alterando su percepción sensorial y logrando así extraer información
“100 % fidedigna” en futuras sesiones interrogatorias, especialmente para
facilitar y hacer más eficaces aquellos protagonizados por individuos de mayor
resistencia.
En teoría, el programa se inició en 1950, durante la
dirección de Allen Welsh Dulles (primer director civil de la CIA), quien llego
oficialmente al cargo en 1953. Dulles ordenó comenzar los procedimientos tras
la designación del bioquímico y psiquiatra militar Sidney Gottlieb (director de
la División Química de la CIA) con el objetivo inicial de formular una droga lo
suficientemente potente como para obligar a cualquier ser humano a decir toda
la verdad en sus interrogatorios.
Sin embargo, el programa no tardó en ir modificándose,
habiendo más de un centenar de proyectos incluidos en el mismo, de los cuales
aún hoy no se conoce el más mínimo detalle. Con el paso del tiempo y el
proyecto ya en práctica, que se desarrolló prácticamente durante más de dos
décadas enteras (entre los 50 y hasta el 73), las ambiciones comenzaron a
crecer cada vez más, tanto como para gastar millones y millones de dólares en
él. De hecho, en determinado momento, la Operación MK Ultra llegó a consumir el
6 % de todo el presupuesto de la CIA.
Durante todo este tiempo, para alcanzar los objetivos del
programa, se realizaron numerosas pruebas con ácido lisérgico (LSD), choques
eléctricos, distintos métodos de tortura (tanto física como psicológica), el
aislamiento absoluto y maltrato verbal. También se menciona el estudio y la
experimentación de la hipnosis durante la operación, sobre todo durante la
década de los 50.
En estos términos, uno de los objetivos primordiales era
lograr inducir sentimientos como la ansiedad, mejorar los procesos de aprendizaje
y desarrollar la memoria humana, todo mediante la hipnosis.
Encontrar los reclutas que aceptaran participar de
semejantes experimentos, como es de suponer, fue prácticamente imposible. Por
ello, desde la máxima confidencialidad de la CIA, se reclutaron indigentes,
pacientes con enfermedades mentales, prostitutas y miembros de bajo rango de
los servicios militares, entre otros, por supuesto, sin consentimiento previo
alguno, en forma secreta y totalmente ilegal.
Hoy se sabe que fueron miles las víctimas de estos crueles
experimentos, desconocidas las cifras exactas e igualmente la cantidad de
muertes por las condiciones extraordinarias en las que se vulneraba a sus
participantes.
En 1974, apenas 1 año después de que la operación finalmente
culminó (sin conocerse cuáles fueron los verdaderos resultados), un profundo
trabajo de investigación por parte del New York Times publicó lo que apenas se
pudo saber sobre lo acontecido. Posteriores investigaciones del Congreso
Estadounidense y la poderosa Comisión Rockefeller, arrojaron algunas luces más
sobre la ilegalidad y crueldad de la Operación MK Ultra de la CIA.
20 años más tarde, en setiembre de 1994, autoridades del
gobierno de los Estados Unidos de América publicó un informe en el que se
aseguraba que entre las décadas del 40 y hasta el 70, miles de seres humanos
fueron objeto de prueba en numerosos estudios y experimentos en los que se
utilizaron sustancias nocivas que peligraron la vida de estos individuos.
Hoy en día, no es más que esto lo que se sabe. La cantidad
de muertes, la verdadera naturaleza de estos experimentos y los protocolos
empleados, tristemente, es desconocida. No existen registros que brinden los
datos adecuados para obtener esta información.